viernes, 18 de abril de 2014

MÁS SABE EL DIABLO POR VIEJO...

Vas tan tranquilo en tu coche. Vaya, semáforo. Embrague, segunda. Embrague, primera. Frenas...
...Y de repente, te encuentras con esto.


No, la foto no es mía, es un googlelazo, pero podría serlo perfectamente, lo que pasa es que yo en ese momento no estoy como para pensar en fotos.

Estos seres (me da igual el género, edad, nacionalidad, estado civil...) salen de la nada y, si te ven presa fácil, se te echan encima del coche para "limpiarte" el cristal o, en caso de tenerlo fácil, el bolso, las gafas de sol o el ambientador que llevas colgado del retrovisor.

Ya puedes tocar el claxon, poner el limpiaparabrisas o rezar al mismísmo, que si no quieren irse, no se irán. ¡Ah! Y mucho cuidadito con que se lo tomen a mal, porque no sería la primera vez que rallan un coche o rompen un retrovisor... Cada cierto tiempo sale en las noticias que ha habido un atropello, y lo veo normal, porque a veces lo único que te queda es arrancar (sin hacer daño a nada ni nadie, claro está).

Por suerte, mi madre, que de otra cosa quizá no pero de la vida sabía un huevo, me enseñó unos cuantos truquiconsejos para hacer frente a esta nueva plaga.

1- Siempre que llegues a un semáforo mira bien a todas partes y estate preparada para lo peor
2- Lleva siempre las puertas cerradas por dentro
3- Deja una buena distancia con el coche de delante

Bueno, pues con todo y con ello, os podéis llevar un buen susto como el que me llevé yo ayer. Os cuento.

Jueves Santo. Cinco de la tarde. Salgo de la oficina y me subo a mi flamante Suzuki Vitara del 94 que está que ni las forjas de Mordor. Con las ventanillas bien subidas y sudando la gota gorda, consigo pasar el primer semáforo en ambarjo. Prosigo mi camino y me acerco al semáforo que más temo. Y ahí está: el señor de la gorra y el mocho andrajoso que me da más miedo que los exámenes de Julio.

Consigo colocarme en primera fila mientras veo cómo dicho señor acosa a una señora. Se me escapa una sonrisa al pensar que no va a venir a por mí, pero de repente... Levanta la vista, me mira a los ojos y se acerca a mi coche. Cuando aún estaba a unos pasos, yo ya estaba chillando como una energúmena y accionando el limpiaparabrisas (¡como si fuese a servir de algo!). Y cuando ya estaba a punto de implosionar oigo un ¡CLACK!. Giro la cabeza hacia el lugar de donde procedía el ruido y ¿qué me encuentro?

Venga, os doy unos segundos para reflexionar... TIC... TAC... TIC... TAC... Ale, suficiente.

Me encuentro con otro señor con un gesto muy feo intentando abrir la puerta del copiloto. Exacto. Me la intentaron jugar para mangarme el bolso que llevaba en el asiento de algo (fallo mío), pero no contaban con que mi adorado coche tiene un "modernísimo" sistema de cierre que no te permite saber si la puerta está cerrada o abierta por mucho pivote que tenga (no, he decidido que no lo voy a arreglar).

En ese momento los dos señores salieron echando najas, el semáforo se puso verde y yo pude retomar mi camino a casa con las pulsaciones a mil pero completamente aliviada.

Lo que más me fastidia de toda esta historia es que hoy mismo tendré que repetir ese mismo camino, pero esperemos que la suerte esté de mi parte y el señorcito (ni su colega) aparezca. Y en caso contrario yo ya estaré más que preparada, porque más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

Un beso muy grande a todos ¡y mucho cuidado!

Carolina

P.D. ¿He vuelto?