lunes, 18 de agosto de 2014

SOÑAR NO ES GRATIS

"- Papá, nos tienen que tocar dos millones de euros en la primitiva.
- ¿Dos millones? ¡Yo con uno me conformo!
- No, no, tienen que ser dos. ¡Necesito dos para mi proyecto!
- Mira, cuenta con que me quedan... 20 años, ¡y que cobraría una pensión!
- ¿Y eso qué son? ¿Cincuenta mil euros al año? ¡Con eso no vamos a ninguna parte!
- Joder, pues si con eso no vamos a ninguna parte, ¿a dónde vamos con lo que tenemos ahora?

Silencio."

No sé qué me dolió más, si que mi padre me dijera que le quedan 20 años o darme cuenta de que nunca me voy a conformar ni con lo que tengo, ni con lo que imagino tener.

Muy a menudo, estando en la oficina, pienso en mis aspiraciones. Supongo que tener un trabajo que no implica prácticamente ningún tipo de inteligencia, te hace pensar en el típico "para lo que hemos quedado". Y pienso en todos mis compañeros/as de trabajo, en los que llevan haciendo exactamente lo mismo día tras día durante más de 10 años; un trabajo que no aporta ningún tipo de satisfacción, que es casi automático, en el que jamás vas a promocionar y por el que te pagan incluso menos que a un trabajador de fast food. Y pienso, ¿es que esta gente no tiene aspiraciones o es que el tiempo se las ha borrado? ¿Es el miedo el que les impide cambiar o la necesidad del trabajo? ¿Será que les gusta lo que hacen?

Desde pequeña tuve muy claro que lo mío no era sentarme detrás de la pantalla de un ordenador. Quería más. Quise ser domadora de tigres (pero solo en invierno, que es cuando hay circo), mecánica de coches, veterinaria (hasta que me di cuenta de que no soportaba el dolor en un animal), escritora (¡Gala incluso me animó a publicar!), pintora, profesora de matemáticas, hotelera, secretaria (siempre tan necesarias), locutora de radio (un amigo de mis padres me lo lleva diciendo desde los 10 años), chef, abogada (aférrima defensora de las causas perdidas), militar, bloggera (pero de las de verdad, no esto), camarera...

Sueños, sueños, sueños y más sueños.

Por suerte, mis padres siempre me han apoyado prácticamente al 100% en todas mis decisiones. Jamás me he sentido presionada para hacer esto o aquello. Apoyaron mi decisión de meterme a ciencias (a pesar de ser claramente de letras), me apoyaron cuando decidí matricularme en aparejadores (a pesar de no haber dicho nunca que quería ser aparejadora) y aunque para ellos no estudiar no era una opción, creo que también me hubiesen apoyado si hubiese decidido no entrar en la universidad y hacer cualquier otra cosa de provecho.

Lo que pasó con el paso de los años muchos ya lo sabéis: una trayectoria universitaria bastante "tortuosa", trabajos que aportan lo justo para sobrevivir, trabajos extras que aportan sobresueldos para vivir, insatisfacciones personales varias... Es decir, ni uno de mis sueños, hecho realidad.

Recuerdo que siendo aún una cría mi madre me dijo: "hija, lo que tienes que hacer es ser notaria o controladora aérea y cuando yo sea mayor, me llevas a Cabo Norte". Me lo decía con cierta frecuencia, y aunque yo hacía como que me molestaba, llevar a mi madre a Cabo Norte acabó siendo una de mis metas.

Por desgracia es una meta que jamás alcanzaré: mi madre se fue (sin consentimiento alguno) demasiado pronto y creo que nunca podré llevar a mi padre a otro sitio que no sea nuestra Malaguita querida.

Y prefiero no soñar con el futuro. El futuro duele. Todas esas imágenes de una abuelita rodeada de nietos en una casita frente al mar, duelen. Esos viajes de ensueño, duelen. Las hipotecas pagadas, duelen. Estudiar sin trabajar, duele. La jubilación de mi padre, duele. La tranquilidad a fin de mes, duele.

Aún con todo, cada noche al irme a la cama doy gracias por todo lo que tengo: una buena educación, una familia y un novio que me quieren (no sé qué haría sin mi padre o sin Tony), amigos que me aprecian y valoran, dos trabajos, un proyecto de carrera, un montón de experiencia de vida...

¿Veis? Soñar no es gratis. Soñar te absorbe la vida. Soñar es lo mejor y lo peor de la existencia. Y aunque me digan que aún tengo toda la vida por delante para hacer esos sueños realidad y yo sepa que no es cierto porque los 26 años pesan como 26 camiones, yo seguiré soñando.

Os diría que no dejarais de soñar, pero no sé hasta qué punto yo me aplicaría el cuento...

Un beso a todos y sed felices, que tampoco es gratis, pero de eso ya os hablaré otro día.

Carolina.

P.D. No suelo escribir con borradores, es más, habitualmente ni reviso lo que escribo, pero supongo que para todo hay una primera vez.

Sí, prefiero escribir a mano, soy así de "especial"